Llegó la hora. Sea como sea y
dure lo que dure lo voy a disfrutar con mayúsculas, porque por mucho que se
prolongue, siempre me parecerá escaso. Acostumbrado a no saborear demasiado lo
que me gusta, se me presenta la oportunidad de mi vida, atractiva y para mí sólo.
Como siempre quise. Podría gozar mi buenaventura toda la eternidad, aunque
sería de sabido aprovechar sus frutos ahora, lo antes posible y todo lo que
pueda, pues estos casos de providencia no suelen tardar en irse en no más de lo
que canta un quíquere. La cuestión está en que tengo un privilegio que, por
suerte o desgracia, me ha sido compensado que, fácil o difícil, lo he
conseguido que, efímero o perpetuo, le tengo que dar uso. El problema es; ¿cómo?
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