Ésta era la última farola del
camino. Conforme me alejo de su luz apresuro el paso, con lo que apuro el
clinclineo de las llaves y se me agitan los pulmones. La noche ha sido corta
pero tremendamente agotadora. Noto, al mover los pies y en como reaccionan mis
pupilas ante la oscuridad, que me sobran más de seis copas, pero no llevo la cuenta de qué ni cuanto habré
bebido. Apuesto las pocas monedas que me quedan en el bolsillo a que mañana
amaneceré en una cuneta a tan sólo diez metros de aquí. No puedo más.
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