Jugar con la arena de la playa
entre mis dedos, intentando hacer pequeñas dunas de grava negra, me recuerda a
cuando te tocaba la espalda, cubierta de sal, mientras mirábamos en la orilla
como la luna besaba a su gemela desde el cielo hasta el mar. Esas noches eran
de ensueño porque únicamente importaba que estuviéramos juntos, que disfrutáramos
estando solos y haciendo juramentos eternos que se romperían al amanecer.
Y aunque los días eran como infiernos no estaba mal poder soñar contigo hasta que el sol despertara al corazón que la luna había hipnotizado.
muy interesante, sí señor.
ResponderEliminarLa playa tiene ese efecto en las personas que palpitamos con poesía ( o lo que se parezca).
ResponderEliminarMuy bonito.
Me gusta mucho esta entrada... me huele a despedida. No podría adivinar la historia (real o imaginaria) detrás de ella, pero de alguna extraña manera me identifico.
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