Mis pupilas retroceden hasta hace
doce días y sollozan cántaros de lágrimas que expresan tanto dolor que mata. Y
es en ese momento cuando se me empiezan a entumecer los pies, por el peso de
los tuyos sobre los míos, cuando te intento guiar para bailar un vals de
tontos. Te faltan veinte centímetros para llegar a mis manos por lo que no me
queda más remedio que doblar mi espalda con el objetivo de alcanzarnos. De
repente te esfumas para incorporarte en mis hombros. Luego te vas. Lágrimas
intermitentes, consecuencia de tus llegadas y huidas, no me consuelan, me gangrenan
la sangre.
Me duermo en llanto, me despierto empapado.
me gusta como escribis!
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