Nada. No veo nada. Te saco, te imploro y ruego cada palabra que pronuncian
tus labios. Disfruto al oírte pero creo que tú, lejos de pensar lo mismo, te
sientes obligado a satisfacer mi capricho, que no dejas de ser tú. Casi siempre
tú. Y tú sabrás porqué lo has hecho y cómo me has atado a tu sombra
convirtiéndome en cualquier animal fiel a su amo. Torpe y decidido a quererte
sobre todas las humillaciones y defectos que me hagas y puedas tener. No me
importa, aunque termine mal, no me importa. Porque sé que llegará un día en que
el animal que se arrastra hasta tus pies se convertirá en desechos, en un
despojo que llorará tu ida. Estoy preparado para empezar, igual, de nuevo y
terminar, de nuevo, igual.
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