Ni con mil penitencias superaría el dolor que arrastro en la sangre, aún
enferma por tu contacto y contagio. Tu ausencia en cada día me prolonga la
vitalidad, cada vez más fuerte y amarga. Doy gracias porque tu esencia no haya
desaparecido, pues es ésta la que me envuelve, es tu olor el que me define, tus
lágrimas las que corren por mis carrillos, tu color el que me dibuja la piel,
el recuerdo de tu voz el que me enseña y traduce la vida.
Tú, mi plaga, mi amor, mi drama. No vuelvas pero quédate aquí.
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