La sangre que contienen mis venas se torna a rojo más intenso y se hinchan
de vida y placer. El centro de mi cuerpo se revoluciona, comienzan a rotar
momentos en imágenes y empieza la hora al apagar la luz. Si el tic-tac me apura
a subir a la cúspide, los golpes de entre mi pecho me hacen olvidarlo. No tengo
prisa. Sé que te tendré cuanto quiera, sé que al despertar no me hará falta
alargar el brazo para saber que estás aquí y sé que podré soñar e inventar lo
que desee.
Ya sé en qué pensar cuando piense.
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