Tengo la mala costumbre de pellizcarme el brazo derecho cada vez que algo
resulta increíblemente bueno para que me ocurra a mí. Lo hago y me digo;
despierta. Miedo. Ahora mis sueños y realidades son abortados, por mí, para
salvar que sean interrumpidos por otros y no sé qué es peor. Odio verme así,
lamento sentir este despecho, compadezco no poder volver a volar y no poder
volver a soñar que vuelo. Es mi culpa y me arrepiento al ver mi figura, sin
sombra, frente al espejo.
Me quiero, no me quiero, me quiero, no me quiero, me quiero, no me quiero,
me quiero.. ¡No me quiero!
Me senti muy identificada, me encantó.
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