Estaba allí, debajo de aquella piedra negra que
pasaba inadvertida para todos los viandantes menos para mí. Desde que la vi
sabía que cambiaría la forma en que actualmente soportaba la vida, llena de
obstáculos, malamente aprovechada. Ahora soy feliz por caminar arrastrando los
pies y dando patadas a diestros y zurdos, por tragarme las lágrimas que me
sobraban en los ojos para después mearlas. Siempre pensé que algún día, al
despertar, te encontraría abrazado a mí. Todo fue más fácil, más bonito. Así lo
quisimos los dos, así lo quiso la piedra, así lo quiso el destino.
Tu camino es, afortunadamente, inmejorablemente,
el mío.
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