Al extender mis brazos en cruz empiezas a someterme con tus actos de
dominación. Sentado sobre mi vientre, me atas los brazos, por las muñecas, al
cabecero de la cama mientras me muerdes los pezones y recorres con la lengua,
desde mi pecho hasta la barbilla. Asumo, extasiado por cómo me arden las
entrañas cuando me tocas, la posesión de mi calor ante tu miembro. Me
atraviesas sin pudor y ruidosamente de lado a lado y se asoman, por cada rincón
de tu figura, tus ansias y desenfreno. Las malas posturas, aunque me doblan la
espalda, no me preocupan menos que tus fuertes envestidas, pues terminan
dilatando mis nexos dependientes a ti. Expulsan mis poros, cuando me liberas de
los nudos, todo el veneno que estableces en mi.
Alcanzo la gloria cuando me intentas fecundar cada noche.
Me gustan los textos atrevidos... esa locura en la batalla que se libra desde la cama.
ResponderEliminarSaludos Bobby