Aunque tengo un corazón que no te cabe en la boca estás acabando con el primer bocado y tus tripas aún tienen tanta hambre que se comerían tres más como éste. Soberbios sentidos que te envuelven la figura del hedor de un ser despreciable, un homicida valiente, un terrorista cobarde. Te resbala, por la comisura de los labios el rojo de mis arterias derruidas, obsoletas de socavones, muertas para tu placer. Gotean desde tu barbilla hasta diecisiete centímetros de donde yace mi cuerpo, inerte, abierto en canal. Sólo se escuchan el ruido de la sangre al caer y el choque de tus muelas al rasgar mis músculos vitales. Seré tuyo hasta que sea de otro.
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