Miro a la calle desde el cristal de la ventana, tupido de
vaho, frío del sereno. Mi mirada se desconsuela al ver que todavía no llegas y
mis ojos se salen de sus órbitas buscando tu rastro en la oscuridad de la
noche. Solamente mis manos, entrelazadas para superar la temperatura de ésta
habitación, gozan con esperanza y son pacientes. Pienso en lo que haré al
tenerte a mis pies y el resto de mis sentidos vuelven a respirar.
Hasta que no vuelvas no habrá luz, no volveré a soñar con el comienzo de un nuevo día.
No estoy segura de comprenderlo, pero como todo lo que escribes mi querido Bobby, me gusta.
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