miércoles, 6 de julio de 2011

« 12:00 am »

Temo, conforme camino, a la oscuridad que con cada paso se hace más fría. Me dirijo, como cada marzo, desde hace siete años, a la cita de nuestro encuentro. Llevo en la mano izquierda un ramo de tus rosas favoritas, blancas, boca abajo, para evitar que se estropeen los pétalos. Te noto cerca y parece que tu presencia me dice; ven. Podría, en este momento, llegar a ti con los ojos cerrados y una mano en el pecho. Hasta el olfato de tus perfumes me empujarían a ti. Ahora, que estoy próximo al lugar donde me esperas, mi corazón late a mucho por minuto, tan deprisa que noto como bombea, como llega a cada rincón de mi cuerpo el riego sustancial de su propina. A mi cerebro le empieza a faltar oxígeno y a medida que me arrodillo ante ti se me escapan varias lágrimas al suelo de tus pies, en cuyo tramo me siento como en una montaña rusa. Y ahí estás; tan presente y tan invisible, tan vivaz y tan perdido, tan siniestro y tan vacío. Aunque no pare de llorar, estar junto a ti me da paz, me ayuda, me tranquiliza. Me traes recuerdos y te alimento reviviendo los míos. Soporto tanto dolor que me embriaga, aguanto tanta agonía que me hunde. Estoy helado, aun así tengo fuerzas para decirte al oído lo que he escrito, en el camino, para ti. Tocando el mosaico que reposa sobre tus pies me despido, otra vez, leyendo en voz alta; Descansa En Paz.

Estoy seguro de que, ahora que camino de espaldas a tu nombre, aprovecharás para olfatear a escondidas las flores que te traje. Como cada año.

6 comentarios:

  1. Ohh! Que bonito y a la vez un poco triste. Hermoso texto, de verdad :)

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  2. Owww Bobby, Que triste y qué poético.
    Me llegó al corazón, que hoy despertó a medias.

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  3. este, creo que es el que mas me ha gustado

    juzgadora
    N.O.G.

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  4. i ele i griega. Con todas mis ganas.

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