miércoles, 31 de agosto de 2022

« VGR »

Con sigilo volví a mirar en tu dirección y me tropecé con tus ojos de reojo y disimulando, de nuevo, el deseo clandestino. Giraste tu cabeza hacia el horizonte y agaché la mía sonriendo de medio lado al suelo. Horas eternas sobre la arena negra nos descubrió, desde ese momento, una historia de más luz que sombras y apetito de ternura, de besos en el hombro y caricias bajo la toalla, de risas entre montañas y silencio bajo las puestas de sol. 

Cada noche me llevaba a la cama una magia serena, olor a ron y salitre entre los dedos; con memoria del tacto de tu espalda, con rincones de esperanza entre nosotros. 

Cada día despertaba con la idea de cubrir mi espacio con tu encanto, mis muslos con tus manos. 

Cada tarde esperaba el refresco de tu risa, el reflejo de tus ojos y tu mano amiga dentro del agua del mar. 

Y cada atardecer, mientras el sol se escondía, dejábamos sin tapar en la arena las huellas de un amor eterno, el rastro de un afecto inocente que rugía a gritos entre las olas.

« vivir la muerte. morir en vida »

Aún con lo difícil que le resultaba arrastrar los pies, por un terreno precipitado y extravagantemente árido, lograba hacerlo con paso ligero. Se notaba que tenía prisa por llegar. Ayudándose de la sombra del brazo izquierdo, después de secar su frente, tapaba el sol para descubrir su destino. Tenía sed de sombra y hambre de un abrazo. Soportaba, con el hombro derecho, lo único material que le quedaba y con la mano unas margaritas con los pétalos arrugados. La sangre de sus heridas se había convertido en costras curtidas por el tiempo. Ya no dolían. Ahora la guerra estaba en su cabeza, abierta en canal por ser testigo de llanto, fuego y cal. 

Con el silencio, la silueta de su espalda cada vez era más pesada. Regresar con el orgullo entre el corazón y la bilis, pensaba. Regresar con la sensación de no haber servido a nadie, con la medalla de montañas de cadáveres para proclamar victoria. 

Derrota de impulso por querer ser dueño. Esclavo del fracaso de lo realmente muerto, su libertad.

martes, 30 de agosto de 2022

« tu latido »

Fue repentino. La primera palabra que se me ocurre, al pensarlo, es esa. Y drástico. Ilusorio pero material, insólito. Pero no aleatorio.

Aventurado en la deriva de vivir permanentemente amando fui capaz de escuchar otro latido. Tu latido. Tu pulso me congeló y curó los pesares. No todos los pedazos rotos de un naufragio, pero los suficientes para volver a la superficie. Para navegarte. Para nadarte y beberte. Para mirarte. Mirarme en tus ojos verde y caramelo y sentirme salvado. Tus latidos. Ahora, también, soy capaz de ver y tocarlos. Cómo será la fuerza de tu palpitar, que en tu piel se marca el riego desorbitado del ímpetu de tu sangre.

Cabalgaré contigo en ese carrusel de vida y sin cansarme. Hasta que mis arterias sean siempre tuyas.

« saeta cansada »

Te sientes perdido,
Estás abatido,
No tienes nada,
Te salen las canas,
¿Te has divertido?
¡Qué vida más rara!
¿Estás preparado?
No tienes ganas,
Te sientes vacío,
Te falta rabia,
Nada ha sido fácil,
¡Qué vida más fría!
Sangre fracasada.
¿Perdí mucho tiempo?

Ahora estoy cansado,
Ahora estoy cansado.