martes, 5 de julio de 2011

« átame »

De acuerdo. Accederé a que me ates las manos y me cubras los ojos con jirones de la camisa que llevaba puesta, solamente porque me apetece imaginar que no es tuyo el peso que soporta mi espalda, que no son tus brazos los que me sujetan los tobillos. Y así, con lo que me da la inspiración, parece que hasta tu lengua es más larga y experta, parece que tu pecho es más extenso y robusto. Tu cadera está imantada a mis nalgas, tu sudor se ha vuelto más respirable que nunca.

Hace tiempo que tenía en mente la posibilidad de meterme en otras sábanas. Las tuyas, hasta esta noche, estaban frías. Deberías llegar a casa, con fuerza brutal y un ojo guiñado, más a menudo.

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