El sol azota mi espalda,
castigada por la exposición de un día tras otro, a la intemperie, en el patio de mi cárcel.
Fue mi culpa el destierro al que fui condenado, es mi vida la que, en consecuencia, arruiné con mis actos. Y fui yo quien me privó de mi libertad, quien me ató las manos, quien me vistió de rayas, quien me cortó el pelo. Fui yo quien destruyó mis privilegios, quien me encerró entre tres paredes y una puerta de barrotes.
Fue mi culpa y merezco el encierro por querer hacer justicia, con mis manos, al descubrirte en el suelo escupiendo tu último aliento. Fue mi culpa por querer ayudar y no llegar a tiempo.
Deja de flagelarte a ti mismo, no vale la pena...
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