Malditas sombras que vagan sin
descanso tras de mí por las calles, de noche, cuando la niebla cubre la ciudad.
Aúllan como almas en pena buscando un cuerpo vulnerable al que poseer y usar a
su antojo. Lastiman a sus dueños, absorben su energía, se beben su sangre,
lamen y saborean los restos y vísceras. Tienden a quedarse, en el interior, el
tiempo suficiente que permita dejar huella y asegurar la vuelta.
No hace falta ser un ánima para
darse cuenta que mi cuerpo denota debilidad. Pero, ¿Por qué me siguen si yo
también soy una de ellas?
Buenisimo!!!
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