La mala costumbre me hace olvidar
dar amor a quien me ama y regalarlo a quien lo rehúsa, y eso que siempre me
consideré solidario. Pues, toma, no lo han sido conmigo. A pesar de que desde
pequeño me dijeron de qué mano no debía de comer, al lado de quien me tenía que
sentar, con los que no podía hablar y entre qué dos me tendría que decidir, no
lo supe hacer. No aprendí, en esos momentos no lo recordé. Ahora después de
caer a un abismo, no tan grande (los he visto peores), voy haciendo memoria.
¿Hace falta que ocurra una
desventura para reiniciar los instintos y volver a pensar con claridad, para
así evitar que te aturdan órdenes externas?
Pues sí, es totalmente necesario
aunque nunca me ha valido, debe ser que aún no he tropezado lo suficiente. ¿Cuánto es lo suficiente?
Hace falta pegarse una buena hostia para ir a prendiendo... ¡No vale que nadie tediga, "NO LO HAGAS! Tienes que hacerlo, darte la hostia, que te duela y, así, aprenderás a no volver a hacerlo!
ResponderEliminarPero son cosas que uno aprende a lo largo de la vida...
Nunca dejas de trpezar porque la piedra va cambiando de forma y es difícil reconocerla y esquivarla ¿no crees?
ResponderEliminarNo lo habría explicado mejor, Yolanda.
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