Me duele y no lo puedo evitar. Estoy arrepentido y no basta para pararlo, no
es suficiente para que cese de correr la sangre de entre nuestros dedos. Espero
inerte a que hables, te sacudo la frente esperando a que respires, a que me des
una señal de que aún puedo confiar en ti, apoyarme en ti para ponerme en pie. Y
podría esperar años. Si cantar ayudara, entonaría tu preferida, en una noche
gris en la que el llanto se apodera de la habitación oscura y sucia de rojo.
Cúlpame aunque seas tú el verdugo, hiéreme aunque seas tú el malherido.
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