Es poco, casi nada, lo que me separa del roce de tu piel. Tengo ganas de hundir mis dedos en ella, saborear con las manos el olor de tu carne. Es ahora, que me aproximo a ti, cuando mi cuerpo levita hasta un metro sobre el húmedo colchón por la efervescencia de mi sangre ante tu fiebre, que me alcanza y me domina. Electrificas mi cama y me encierras en una custodia de sudor y sangre. Me rocías con lo dulce de tu hiel, me derramas la risa de tus lágrimas, me ensucias con lo amable de tu llanto. Sólo te veo a ti y tú sólo amas mi figura, que comunica en Morse, que quiere cada vez más. Con la boca abierta e impregnados en deseo ardiente, dejamos de par en par el alma, sujeta al ritmo de dos latidos que se golpean a la vez.
Fluyes en mí porque eres mi sangre,
crees en mí porque soy tus alas.
Qué puedo decir Bobby?
ResponderEliminardeberías escribir un libro. Creo que el blog te quedó pequeño para todo lo que llevas dentro.
Wen, estoy en ello.. ¡Gracias!
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