Ábreme la piernas y derrama sobre mí todo tu amargo espeso,
tu amor desecho, tu olor con experiencia y aventuras. Sale mi espalda en busca
de tus manos. Agárrame el cabello, muérdeme entero, cómeme el alma, vomítala
después mediante tu miembro. Perfórame. Miénteme, mátame. Vuélveme loco y embriágame
lentamente con tu voz.
¿Recuerdas, aquella vez, cuando te dije que algún día nos volveríamos a encontrar?
lunes, 28 de noviembre de 2011
domingo, 27 de noviembre de 2011
sábado, 26 de noviembre de 2011
« malherido »
Me duele y no lo puedo evitar. Estoy arrepentido y no basta para pararlo, no
es suficiente para que cese de correr la sangre de entre nuestros dedos. Espero
inerte a que hables, te sacudo la frente esperando a que respires, a que me des
una señal de que aún puedo confiar en ti, apoyarme en ti para ponerme en pie. Y
podría esperar años. Si cantar ayudara, entonaría tu preferida, en una noche
gris en la que el llanto se apodera de la habitación oscura y sucia de rojo.
Cúlpame aunque seas tú el verdugo, hiéreme aunque seas tú el malherido.
viernes, 25 de noviembre de 2011
« cámbiate »
Hoy lo volví a hacer. Tenía ganas de probarte por dentro, no me acordaba de
como eras ni que se sentía. Me gustó. Eres tal cual me imaginaba aunque
considero que yo soy mejor que tú y tú lo haces mejor que yo. Hoy tu espalda me
hizo rendir, nunca la había observado así, desde allí, para mí, hasta que yo
dijera basta a la sumisión. Tu voz agitada temblaba junto a tus manos que
flaqueaban por las acometidas que recibías desde lo alto del sofá. Confieso que
aunque disfruté me sentí extraño, no era mi lugar. Yo sé donde está, tú sabes
dármelo y nos gusta como ha sido siempre. Pero esta noche te merecías besar el
suelo, morder la almohada y escupir el dolor de hombre herido en las entrañas.
Es la primera vez que te como y me bebes, es la primera vez que no te miro a
los ojos. Sobra decir que me gusta debajo, detrás y viceversa. Como a ti.
jueves, 24 de noviembre de 2011
« escupir »
Estoy lleno. Harto y cansado de palabras sin sentido que
rebotan en mi cabeza sin parar. Palabras junto a preguntas, sin respuesta, que
fabrico para hacerme más incómodo el camino. Un viaje con destino y final pero
sin fecha ni compañía, con luz y libertad pero sin esperanza alguna. Vivir
despacio y deprisa sin coros, sin músicas que me acompañen, con la brisa en contra,
con el vello de punta todo el rato.
Y me reboso. Me sale por cada poro, hasta aburrir, tanto excedente de rimas que nunca volveré a escuchar y tantas piedras que me niegan el paso, que mi paciencia termina cayendo en picado sobre el lecho de la indiferencia. Y pudiera ser tan aceptado como quisiera, tan popular que me volvería loco y tan poderoso que mis pensamientos se enfriarían. Frío es lo que me invade cada vez que experimento el olvido tras una temporada de más idas que venidas, y tras el frío, la sequía. Escasa cercanía y humedad entre mis dedos y un lápiz barato. Hielo que sirve para calcar mi desdén en un papel o en cualquier lugar donde descanse el único lienzo sólido de mi cuerpo; mi inmune lengua, tan mentirosa, tan mil cosas más que no sabría enumerar, tan otras tantas que no he descubierto.
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