miércoles, 23 de noviembre de 2011

« me rindo »

¿Estás despierto? Yo también. Me quita el sueño, probablemente, lo mismo que a ti. La falta del roce de tu piel me desvela y no es fácil conseguir que te acerques. Hoy no dormiré tampoco, tal vez porque me presiona tu ausencia, tal vez porque me siento aliviado.

Siempre pude conseguir cuanto se me viniera en capricho. Siempre pude construir sueños imposibles sobre mis brazos, sobre tu cabeza desamueblada. Ahora no puedo seguir tirando besos al cielo con destinatarios en blanco y si pudiera no sé si me quedan ganas. Y volvería a poseer el deseo de que me poseyeras, no me ocuparía en borrar ni el más mínimo rastro de tu saliva en mis labios. Todo por vivir como lo hice y añorar lo que me falta.

Lo que ayer me parecía un reto mañana me aburre. Por tu culpa.

lunes, 21 de noviembre de 2011

« piedad »

Ahora, que veo como el tú que no me entiende soy el yo que no se decide, lloro culpándome de lo que fue y no funcionó, de lo que no pudo ser y siempre añorabamos. Solo, castigándome y rasgándome la piel buscando la felicidad que no merezco.

sábado, 5 de noviembre de 2011

« toca »

Toca aquí. ¿Notas como se mueve? Al sentir tu tacto en el pecho salta hasta querer salir, desorbitarse al exterior. Corrompe y aligera el flujo de vida que me corre por las venas, dice que sí. Responde gratuitamente a tus caricias, se acostumbra muy rápido a lo dulce de tus manos, al placer que le das superficialmente con los dedos. Métete. Házmelo otra vez.

viernes, 4 de noviembre de 2011

« háblame »

Es la 01:37 y el teléfono suena más alto que nunca, retumba por todos los huecos de la casa y me despierto poniéndome, de un salto, en pie. Hace frío y tengo sed. El dispositivo identifica la llamada como desconocida y aprieto la tecla verde esperando una respuesta del locutor. Sólo se escucha como el aliento del del otro lado choca contra el micrófono, haciéndome incómodo el momento. Pero no cuelgo, únicamente pestañeo para temblar. Ya no hago preguntas. La respiración de los dos se agita, noto como mi pulso, y el tuyo, también.

Dime algo. Necesito que me digas que eres tú. Dime que estás ahí, dime que estás aquí. No tengo ninguna duda, pero sí miles de sospechas. Ahora mis músculos se engarrotan a medida que baja la temperatura y se congelan mis pies descalzos. Dime que no te fuiste, dime que no eras tú, háblame otra vez. Te he adivinado porque memoricé la forma de tu vaho en mi nuca, sé que eres tú. Dime que volverás, dime que estás vivo, dime que lo sientes. Yo lo siento.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

« z »

Después de la H llegó la Z y con ella todo acabó. Terminaron los días soleados en los que mirábamos como el horizonte, tornado a naranja, se tragaba el sol. Se fueron las noches en las que, embriagado por el peso de tu cuerpo y el sabor de tu sudor, soñaba permanecer a ti hasta el alba. Enloquecía de amor por tu sombra, suave y calmada, me arrastraba con pasión a tu figura, serena y confusa. Lo podría haber hecho mejor, podría haber sentido más, podría haberme entregado. Y tú también. Fue la única vez y la última. Contigo las estrellas del cielo se mezclaban con los lunares de mi espalda y el brillo de tus ojos irradiaba tanta luz como cualquiera de ellas. Energía infinita entre los labios. Era mucho fuego y luego calma, además de placentero, muy importuno. Era todo y poco. Eras tú y yo, y era perfecto. Nadie más hasta ayer. Ayer apareció la distancia, un camino que se bifurca, un sol que desaparece cuando llueve. Llegó la mirada que se esconde para llorar, la boca que se tapa para gritar.

Desde ayer fue, fuiste y fui.