Otra vez, todo se desvanece y se torna a traslúcido. Decido
poner, ante mis ojos, un punto y aparte para que sigas por esa estrecha senda sin
salida. Frecuentas un lugar en el que no me atrevo a revolver, un terreno
oscuro en el que las carcajadas te suministran el aire que necesitas. Un juego
ridículo, apuestas al peor corredor. Consciente de que la partida duró más de
lo que esperaba no lamento andar, en dirección contraria, con la cabeza
agachada sobre mis hombros abatidos.
Puede ser que, en este momento, nada sea suficiente para mí.
Pero también sé que tengo razón al pensar que, aunque lo suficiente es
relativo, no existe intención de dar brazos a torcer.
No espero nada de ti. No espero nada de nadie. Punto y aparte, pero no punto y final.
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