Suena el timbre. Llegas unos
minutos antes de lo que esperaba. Estoy nervioso y tu blanca risa delata lo que
vienes buscando. Te abro el paso mientras te invito a tomar asiento, una excusa
para mirarte de arriba abajo sin que te percates de mis intenciones. Tu voz
temblorosa rebate mis teorías sobre tu seguridad cuándo caminabas con paso
firme hace un momento. Punto para mí.
— ¿Quieres tomar algo?
— ¿Vamos a la cama?
Tu cuerpo me enloquece y tus
caricias, de momento, me encienden. Tus labios provocan ser mordidos, tu piel,
fría, resobada. Así, pidiéndotelo, te estableces en mí. Ardo de placer, tus
gotas de sudor se posan sobre mi espalda y resbalan por mi columna, tus manos
refriegan mis nalgas, tu lengua recorre mi oreja, tu cuello se topa con mi
nuca, tu miembro me llega al alma. Punto para ti.
El éxtasis nos hace caer sobre el
colchón, harto de nuestros fluidos y jadeos, tus dedos recorren mi ombligo, los
míos tu cabello. Tu mano derecha cae sobre la cama, mi izquierda sobre tu
palma, con la misma rapidez que levanta el vuelo.
— Recuerda lo que hablamos.
— Descuida, no me enamoraré de ti.
Te cubres, hasta la altura de los
oblicuos, con tus slips amarillos, manchados de líquido pre-seminal, dejando entrever
tu vello púbico. Tu camisa arrugada retoma su estado natural al ajustarse a tu
espalda y pecho, te abrochas el pantalón con pericia y asegurando que no vuelva
a ser bajado.
— Hemos pasado un buen rato.
— Buenas noches.
Quedan dos pasos hasta la puerta
y cinco segundos para volverte a ver la cara por última vez en mi vida.
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ResponderEliminarMuchas Gracias por apoyar a los novatos y esperemos que tenga muchismias visitas en este maravilloso blog
Simplemente... Buff!!!
ResponderEliminarEspero que os guste. Gracias por leerme, estoy agradecido.
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