Fue repentino. La primera palabra que se me ocurre, al
pensarlo, es esa. Y drástico. Ilusorio pero material, insólito. Pero no
aleatorio.
Aventurado en la deriva de vivir permanentemente amando fui capaz de escuchar otro latido. Tu latido. Tu pulso me congeló y curó los pesares. No todos los pedazos rotos de un naufragio, pero los suficientes para volver a la superficie. Para navegarte. Para nadarte y beberte. Para mirarte. Mirarme en tus ojos verde y caramelo y sentirme salvado. Tus latidos. Ahora, también, soy capaz de ver y tocarlos. Cómo será la fuerza de tu palpitar, que en tu piel se marca el riego desorbitado del ímpetu de tu sangre.
Cabalgaré contigo en ese carrusel de vida y sin
cansarme. Hasta que mis arterias sean siempre tuyas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario