Después de hacer desaparecer, con apenas fuerzas y un pañuelo de tela impregnado en lejía, lo que quedaba de humano en mí, las cuerdas entre mis venas aullaron un golpe de paz interior. Parecía imposible desenvolver mis dedos, prisioneros de tu hiel y cuerpo infiel. Amantes del momento, pasión finita, locura caduca. Soñé que eras tú quién me daría la vida y lo que vi allí fue lo único que supe de ti. El silencio superó mis prerrogativas. Ilusión. Príncipes y lobos, sapos y caperucitas. Sombra. A pesar de enderezar mis rodillas tarde, creí que volar era un cuento de niños, otro delirio más, aunque jamás olvidaré que soy porque quise y fui porque quiero.
Sólo estoy solo, nada más. Podría estar peor, claro. Podría estar mal acompañado.
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