Caían, sobre el parabrisas del coche aparcado bajo mi ventana, las últimas
cenizas del cigarro que apuré tras ver señales de la repentina tormenta que
auguraban aparecer hace días. Lo vi correr a través del cristal y me imaginé
como hace un año, refugiándome, en su sombra, de la humedad que ahora me falta.
Mi cuerpo, inerte, ya no reacciona más que para respirar humo y beber agua
salada. Nada funciona. Se fue. Le dije que se fuera y marchó mirando al suelo,
como antaño. Marcó, en su huida, una estela de huellas, desde el jardín hasta
la estación. Me queda el recuerdo del color de sus venas, que salían y se unían
a las mías, corté el hilo que sostenía la sonrisa que cargaba a trompicones.
Deseé, con los dedos cruzados, no volverlo a ver.
Ayer lo vi. Entonces me di cuenta que mi príncipe azul ya se había desteñido.
Ayer lo vi. Entonces me di cuenta que mi príncipe azul ya se había desteñido.
Has vuelto!!!
ResponderEliminarcomo siempre, sorprendiendo.
Me has transmitido un dolor pequeñito pequeñito pero algo profundo.
Que delicia volver a leerte! tambien yo debo quitarle el polvo a mi olvidado blog.