Desde mi lado de la cama te observo inerte, casi sin resollo, en imágenes de medio lado que los destellos de la televisión me permiten descubrir. Como si no pasara nada. En mi cabeza, al contrario, revolotean sentimientos que contradicen mi forma natural de ser. No puedo dormir y más desvelo me produce verte con rienda suelta en el descanso. No quiero que te despiertes, no antes de que yo me duerma. Tu tranquilidad me mata y aunque nada se mueve, todo se tambalea.
Malditos hilos que me arrastran a tu antojo, malditos ojos que me paralizan la voluntad. ¿Por qué, si hueles a la porquería que nunca quise, sigo refugiándome en tu sombra? ¿Por qué, si tus manos me marcan la piel, no hago yo lo mismo contigo? ¿Por qué, si no te deseo, matarte no es la solución?
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