Jugamos, con las sábanas de tu cama, a perdernos en ellas cuan laberinto. Me
encanta cuando te delatas, riendo sin reír, como cuando te toco sin tocar. No me
canso y me haces recordar porqué elegí estar aquí haciendo el tonto y
queriéndote mucho. El premio, dices, será un beso del encontrador y yo me dejo
perder, me quedo inmóvil esperando ese flujo constante de electricidad que me
hace feliz. Instantáneas con los pelos de punta y risas entre algodón de color
gris. Retratos de cuerpos incandescentes, de calor bajo la sombra. De fondo los
ladridos de un viejo gramófono susurran un solo de piano, para un cuarteto de
brazos.
Fuera hace mucho frío pero no me importa. El premio, digo, eres tú.
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