Arriba, sobre la mesa, todo transcurre con normalidad. La
cena avanza, el vino se acaba y en los platos restan cuatro pedazos de carne
fría. Las velas se consumen y nuestras risas y miradas embriagan la noche
pegajosa. Debajo, mis pies desnudos han encontrado un refugio donde se siente y
palpita el riego de tu miembro, que te provoca rubor en las mejillas, donde mis
ojos dejan escapar tanta complicidad que ni se nota. Tus manos trabajan entre
los dedos de mis pies que con cada roce me atraviesan energía, me absorben el
deseo, me imponen tu calor.
Hoy no tomaré postre. No me apetece.
No te parece suficiente postre...?
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