Ando, guardando el equilibrio, con pasos cortos por una vía de tren
habilitada. Se escucha, en la profundidad, el roce de las ruedas con el raíl y
el silbido del vapor escapando de las calderas. Quedo inerte ante el gigante
rojo que surge del palmeral y con los brazos abiertos le doy la bienvenida al
final de mi vida.
Cobarde pero superficialmente extravagante.
Joer ... y tan express. Una pena que todo acabe asi.
ResponderEliminarSaludos ;)