domingo, 21 de abril de 2013

« desconocido »

La gente no me conoce. Escucho risas y es por algo que acabo de decir. En el fondo disfruto de ello, me gusta agradar a la gente cuando soy quien no soy realmente. Me gusta ser yo. Me gusta ser mi otro yo. No saben quién soy, ni se imaginan todo lo que puedo abarcar, por eso ríen en consecuencia de un chiste fácil. Si, de verdad, supieran como soy, callarían. No me interesa. Yo los conozco, sé de qué carecen, sobretodo carecen, pero son figurantes importantes, también, de lo que se trata la película de mi vida. Los otros, los que me conocen, los que son como yo, no son gente, juegan en una liga distinta, en la que se gana si descubres como abrir el candado de nuestra verdadera personalidad.

Extraordinarios que no deben perecer y que si lo hacen, que lo hacen, es para concluir siendo recordados más por quién no eran que por lo que eran en realidad.

« príncipe azul bajo la lluvia »

Caían, sobre el parabrisas del coche aparcado bajo mi ventana, las últimas cenizas del cigarro que apuré tras ver señales de la repentina tormenta que auguraban aparecer hace días. Lo vi correr a través del cristal y me imaginé como hace un año, refugiándome, en su sombra, de la humedad que ahora me falta. Mi cuerpo, inerte, ya no reacciona más que para respirar humo y beber agua salada. Nada funciona. Se fue. Le dije que se fuera y marchó mirando al suelo, como antaño. Marcó, en su huida, una estela de huellas, desde el jardín hasta la estación. Me queda el recuerdo del color de sus venas, que salían y se unían a las mías, corté el hilo que sostenía la sonrisa que cargaba a trompicones. Deseé, con los dedos cruzados, no volverlo a ver.

Ayer lo vi. Entonces me di cuenta que mi príncipe azul ya se había desteñido.