martes, 28 de febrero de 2012

« perdón »

¿Que qué pienso? Que no lo merecíamos. ¿Que qué siento? Vergüenza. ¿Que qué pasó? No lo sé. ¿Que qué quiero? Olvidarlo. ¿Que qué haremos? Empezar de nuevo, pero sólo si tú quieres, sólo si tú aún sientes, sólo si tú aún piensas en mí. Únicamente te pediré que no me exijas explicaciones. Será más fácil, empezar, sin escuchar reproches.

viernes, 24 de febrero de 2012

« mi premio »

Jugamos, con las sábanas de tu cama, a perdernos en ellas cuan laberinto. Me encanta cuando te delatas, riendo sin reír, como cuando te toco sin tocar. No me canso y me haces recordar porqué elegí estar aquí haciendo el tonto y queriéndote mucho. El premio, dices, será un beso del encontrador y yo me dejo perder, me quedo inmóvil esperando ese flujo constante de electricidad que me hace feliz. Instantáneas con los pelos de punta y risas entre algodón de color gris. Retratos de cuerpos incandescentes, de calor bajo la sombra. De fondo los ladridos de un viejo gramófono susurran un solo de piano, para un cuarteto de brazos.

Fuera hace mucho frío pero no me importa. El premio, digo, eres tú.

jueves, 23 de febrero de 2012

« aquí »

Cae mi ropa interior, sobre el suelo, como un plomo y mis pies desnudos caminan de puntillas hacia la cama. Tú estás ahí, correctamente calibrado y receptivo, con ganas pero sin morder, decidido pero sin ánimos de apresurarte. Y me deslizo sobre ti. Tu piel, blanca, resbala y el vello de tu pecho se ensortija con mi lengua. Mis rodillas se hincan en el colchón para acoplarme a ti, el hueso de mi nuca cruje al aliviar mi deseo sobre tu cadera. La cabeza me da vueltas con tus labios dentro y tus dedos fluyen sin parar por el contorno de mi ombligo. A media luz se dibuja una figura que crean nuestras sombras en conjunto, que va y viene junto al parpadeo de las velas. Ahora lo eres todo para mi, mis uñas no se desprenden de tu espalda, mis pies se enredan con los tuyos. De pronto te regalas y me haces rebozar de ti, superas cada noche sin ti y me envuelves en un manto del que no me quiero librar. Quiero más y lo quiero ahora, para siempre.

Esta vez el agua no podrá borrar los rastros de tu carne, ésta vez no podré sacarte tan fácil de mi interior.

miércoles, 22 de febrero de 2012

« otra vez »

Vuelvo a verte y vuelvo a pensar que eres el amor de mi vida, mientras estoy sentado en el borde de la cama sin tu compañía. Eres capaz de transmitirme en tan sólo un segundo que yo también soy especial para ti. Y si tus dedos me tocan el contorno de mis nalgas me haces vibrar y mi pecho se irgue. Y si tus labios me rozan, porque los míos te encontraron, me haces enloquecer de deseo sobre todo tu resto. Y si tus ojos se clavan en los míos buscando la aprobación de tu cercanía, contesto, sin temores, que sí. Todo eso regurgita en mi cabeza cuando quedan dos minutos para las doce, todo eso y más que estoy dispuesto a enseñarte.

Puedes irte otra vez y cada momento me opondré y volveré a buscarte. Si me dejas seré un ánima castigada a la sombra de tu figura, porque merezco la penitencia de una condena contigo. Con tu permiso y con el de tus labios.

martes, 14 de febrero de 2012

« feliz aniversario »

Es tu aniversario y como siempre, cada año, me acuerdo de ti. Primero que nada aprovecharé para transmitir mis deseos de felicidad para ti y para que cada día sea mejor que el anterior.

Pasó algo extraño, difícil de explicar pero que ha sido consecuente en nuestros actos y determinante con el que cada uno debía tomar; uno lejos del otro. Me duele. Me duele no haber sabido mantenerte, me atormenta, quizás, la idea de no volver a tener contacto contigo, de no volver a hablarte ni tocarte. El motivo, tal vez, fue la distancia afectiva que construimos sin darnos cuenta, la ausencia de nuestros brazos acogiéndose. El culpable, seguramente, fue lo que se dibujó transparente a partir de nuestra sonrisa. Aprovecho, también, para decirte que sueño con un reencuentro a solas, con mil disculpas por mi posible mal comportamiento, con mi perdón por el tuyo. Alargar mis palabras significaría reavivar viejas y amargas heridas.

He intentado borrar todos mis pensamientos negativos, pero no he podido borrarte a ti. Lo siento pero aún te quiero, te extraño, me dueles y me acuerdo. Siempre me acordaré. Feliz aniversario, querida.

viernes, 10 de febrero de 2012

« adelante »

Nada me satisfacía, nada era normal. Me encontraba entre el mundo que me acoge y el abismo que me destierra. Vuelto trizas, solo y desengañándome hasta de mi propia voz, sin la sorpresa de un encuentro, sin la esperanza de un por qué. Así, desnudo y maniatado, me enfrenté a la decisión de rematerializarme en otra persona, de concebir que el futuro pudiera ser diferente si lograba alimentarme de otra perspectiva a la que estaba acostumbrado. Aparté, a un lado de mi cabeza, quien era, suspendí cada momento de mi vida para empezar a contar, de cero, pero consciente de que existía un rodaje. Me tomó tiempo empezar a reconducirme por otras vías más ambiguas y soltar los prejuicios que llevaba a los hombros como trofeos. Empecé a bajar, a empequeñecer y a aminorar mis ambiciones, a exprimir de lo malo lo mejor, de lo simple lo exquisito y me equivoqué. Quise cambiar tanto, tan deprisa, que me fundí en una mezcla de emociones y sentimientos confusos que no habían sido propios de mí. Dejé de luchar para que lucharan por mí, dejé de reír para escuchar otras risas. Tan sólo el lamento, al llorar, me recordaba quien fui, quien siempre seré aun con máscaras volátiles. Descubrí y aborté mi intento de querer parecer menos para abultar más, eso me hizo sentir más insignificante que todo lo que había logrado aparentar. Retrocedí y volví a mi cauce. Hice honor a mi sombra. Empecé a volver a vibrar. Sin ayuda, tan solo con el impulso que me provee mi caridad, mi lástima por esa figura deforme y obsoleta que logré crear. Ahora, desde esta orilla, otra vez, se ve todo tan pequeño.

Prometo no volver a dudar de mi belleza y nadie me lo va a quitar.

jueves, 9 de febrero de 2012

« siente »

Acompáñame. Ven, siéntate a mi lado. ¿Oyes el silencio de la noche? Es un suave tintineo que me recuerda a tus pasos. ¿Hueles el olor de la nada? Es dulce, como tu perfume. ¿Ves como brilla la oscuridad? Me mantiene presente la luz de tus ojos. ¿Notas como se mueven las sombras? No superan al rubor de tus mejillas. ¿Puedes decirme a qué sabe el sereno que cae sobre tus hombros? Me enloquece ver como el sudor de las estrellas escurre por tu espalda.

Cógeme de la punta de los dedos y no me sueltes. Ahora sí que soy feliz. Ahora que me has traído lo que necesitaba.

martes, 7 de febrero de 2012

« en soledad »

Me está dando una fiebre terrible al imaginarme tu miembro en mi boca, mis dedos recorriendo tu pecho sudado, mi lengua enredándose con la tuya. Lo mío en lo tuyo y lo tuyo en lo mío. Los ojos en blanco, la carne abierta, el placer en forma de aullidos. Si me toco me dan espasmos, demasiada tensión para resolver en soledad, pero me tocare pensando que son tus manos las que recorren mi piel, sé que tu también.

¿Por qué imaginarte si puedes ser real?

miércoles, 1 de febrero de 2012

« antares »

Recuerdo que cada día hacías una inspección, inventariando cada lunar de mi piel y sabías identificar cuales habías creado tú, con tu toque, desde que te pertenecía mi cuerpo. Yo aceptaba, sumiso, la idea de que todos los que cargaba eran para ti y tus suaves yemas, de que se inventaron para tu regodeo y para que tus babas los inundaran cada noche. Estallaban de amor por ti, eran tu vía láctea humana y crecían si el volumen de afecto rebozaba por los poros.

Un día, de repente, el silencio se adueñó de mi cuerpo y junto a tu ausencia regresó el caos. Desapareció todo lo que habíamos construido, se fueron tus dedos, se fueron tus labios, se desvaneció quién fui. Se me resbaló cada centímetro de lo que admiraba de ti y se convirtió en carne y pernil. Lo que latía se secó, lo que estaba secó se pudrió. Y lo recuerdo. Lo tengo presente porque no he podido borrar las marcas que fabricaste para mí. Esas que se reproducían cada vez que me hacías el amor. Esas que aún se reproducen cuando las miro.

No me digas que no escuchas sus lamentos. Dime que sabrás volver. Tus lunares están aquí para guiarte.