miércoles, 31 de agosto de 2011

« ganas »

Estoy solo y tengo ganas de compartir mi ombligo. Siento ansias de casi todo en general, de experimentar casi nada en especial.

Me pesan, sobre la almohada, los ojos e intento cerrarlos conforme me prolongo hacia atrás. Extiendo los brazos sobre el extremo helado de mi cama y el vacío, que me inunda, me estimula la razón. Me provoca querer latir, sostenerme el pecho y sentir el flujo de vida, sonreír de medio lado al verme reflejado en el espejo de su mirada.

martes, 30 de agosto de 2011

« volví »

Me enfrenté al vacío. Caí. Vi a la muerte y volví a nacer. He sufrido uno de los peores momentos de mis vidas, o al menos, de los que ahora mismo recuerde. Lo más duro no fue mirar hacia abajo, ni cerrar los ojos ante el vértigo entre el aire y el suelo, sino caer. Es fácil pero duele.

Perdí el aliento, olvidé mis fuerzas, reviví el tormento, me hundí y aún estaba en el cielo. Matemáticamente tres segundos se convirtieron en treinta días y el mal aumentaba a medida que me desplomaba. Pero no llegué al suelo, no me estrellé contra mis lágrimas caducadas, hasta que me convencí de que tenía que terminar de caer para volver a nacer.

Volví para quedarme y siempre volveré. Solo.

lunes, 8 de agosto de 2011

« tan absurdo »

Vienes, te vas, yo paso frente a ti, vengo, no estás, no te vi, no sé si volverás, quizás. Tal vez, vivaz, te ame demasiado, sin embargo, a maldad, me recuerdes casi a ratos. No sé si sé que eso significa que será mejor perder de vista, un tiempo, lo que este sentimiento nos confunde mientras me haces el amor. Soñar, así, también fue demasiado, sentir, sin ti, es lo que ya había logrado. Ya he vuelto a tropezar.

Te esperaré otra vez, pues, no hay nada más por hacer que volver a ilusionarse con algo, tan absurdo, como tu cuerpo sosteniendo mis manos al bailar.

miércoles, 3 de agosto de 2011

« me entrego »

Camino hasta el salón de puntillas intentando hacer el menor ruido posible. Abro la botella de ron amarillo que guardo, a medias, detrás de El Quijote XXL de la estantería y me jarreo dos buches seguidos del licor a punta de botella, empinando por ésta. Necesitaba embriagarme de su dulzor a la vez que cerraba los ojos y escuchaba la banda sonora de tus ronquidos. Es lo que me hace tolerar las noches a tu lado, es por quien sustituiría a tu cuerpo inerte y frío de sentimientos. Es siempre así cuando me entrego a la borrachera, cuando te olvido hasta la mañana siguiente.

martes, 2 de agosto de 2011

« tu rehén »

Libertad. La sensación de alivio en las muñecas al dejar de ser sometido, entre las cadenas y la húmeda pared, me hacen mucho más fuerte de lo que era antes de convertirme en tu rehén.

Hoy, por fin, soy libre de ti y aún esclavo de la vida.